viernes, 17 de julio de 2009

Sino

No es que yo sea malo, es que la vida me ha orillado a ser así, el Destino así lo ha querido.
Sí, maté a tu padre, pero fue su culpa, él no quiso escucharme, no quiso que te casaras conmigo y se interpuso en el camino, terminando fatalmente. Por eso tuve que huir, pero tú no quisiste seguirme… Hubiéramos sido tan felices juntos, sin obstáculos ya para nuestro amor, pero claro, tú tenías que ser el principal, con toda tu indecisión y obstinación. Tú también tienes la culpa de que hoy seamos tan infelices. Huí sólo pero tus hermanos no lo sabían y comenzaron a perseguirnos a ambos.
Te perdí. Tuve que ir al ejército, me cambié el nombre y todo iba bien, incluso era un importante militar, hasta que el Destino quiso de nuevo poner otro obstáculo en mi vida. Conocí a tu hermano, mas no sabía que lo era, ni él me reconoció. Por ciertas circunstancias llegamos a ser buenos amigos, pero un buen día el Destino quiso que se descubrieran nuestras verdaderas identidades. Así que tu hermano me obligó a luchar contra él. Yo traté de evitarlo porque de verdad lo apreciaba. Traté de evitarlo porque pensaba en ti y en lo que pensaras de mí. Traté de evitarlo porque en el fondo me rebelaba contra esas absurdas normas del honor. Yo sólo quería ser feliz, pero me obligó y tuve que matarlo. Una muerte más en mis manos, pero yo no quería, fue su culpa…
Tuve que huir de nuevo, esta vez para refugiarme en la recogida paz de un monasterio porque quería reivindicarme. Todo el tiempo me atormentaba la incertidumbre que me causaba no saber nada de ti. Incluso te creí muerta y te rogaba para que me perdonaras, e intercedieras por mí ante El Señor. Pero sucedió algo inesperado.
Esa noche él llegó a perturbar la paz, a interrumpir mis oraciones. Invadió mi celda y me retó sin preámbulo alguno. Sacó un par de armas y me exigió que eligiera una, mas yo no quería. Traté de hacerlo reflexionar, de que cambiara de parecer, pues en ese entonces yo había cambiado, pero no quiso escuchar. Comenzó a insultarme. Se metió contigo, con mi familia, con mi origen, y fue entonces cuando ya no pude resistirme más y tomé una de las armas. Por el respeto que le guardaba a aquel santo lugar, salimos del monasterio y subimos hasta la cima de la montaña, donde nadie podía vernos, y antes de que pudiera herirme, lo herí yo. Sí, tuve que matar a tu otro hermano. Inmediatamente me invadió la culpa y el remordimiento, y corrí en busca de ayuda para tratar de salvarlo.
Llegué a la cabaña del ermitaño, ubicada no muy lejos de ahí, y entonces el Destino quiso que te encontrara. Estabas tan cerca de mí, pero tan lejos al mismo tiempo. Creí estar soñando. Me sorprendí igual que tú pues ambos nos creíamos muertos. Una gran felicidad, como la que ya no había sentido en mucho tiempo, invadió todo mi ser, mas la casi inerte figura de tu hermano me hizo reaccionar y me hundí de nuevo en mi abismo. Por fin lo reconociste y te echaste a sus brazos, pero él empleó su último hálito en hundirte una daga que traía oculta, hasta el corazón, puesto que te creía una traidora. Yo no pude salvarte, yo no pude evitarlo, yo no puede…
¡Ya ha sido suficiente! ¡No puedo más! Ya no tengo nada que hacer aquí. Ahora sí te perdí para siempre. Acabé con tu familia y contigo misma, el amor de mi vida. Una gitana ya me lo había advertido, pero no quise creerle. Creí poder evadir mi destino. ¡Ya es suficiente!…

Álvaro se arrojó desde la cima del risco hacia la nada, hacia un abismo más negro y profundo que el de la muerte. Nada más podía hacer, porque ese era su Sino. No es que fuera malo, todo tenía que pasar de esa manera… La gitana lo dijo…

No hay comentarios: